Domingo 4 de Noviembre de 2012
01:23 AM
− ¡Me vendiste a unos jodidos rusos!
01:23 AM
− ¡Me vendiste a unos jodidos rusos!
Crack
…nuevos escándalos
salpican al candidato presidencial independiente conocido como Keke, al que
ahora se acusa de…
− Ni… ¡Nilo, joder, déjame explicarme!
Crack
…perversión de menores
y conducción temeraria bajo los efectos de varias drogas, entre ellas el
alcohol, la marihuana e indecentes cantidades de cafeína-taurina…
− Ya te dejé explicarte una vez, ¿recuerdas? Y entonces me
vendiste de puta.
Crack
…las únicas
declaraciones del acusado fueron “que siga la fiesta”. Al parecer, Keke llevaba
más de cuatro días manteniéndose despierto mediante drogas y químicos…
− ¿Acaso los hombres podéis siquiera imaginar lo que se
siente siendo violada, una y otra y otra vez? ¿Y todo ello, gracias al único
tío en el que solías confiar?
− Unnngnggngghhh…
Crack
…sin embargo, y pese a
todo ello, los últimos sondeos electorales otorgan una victoria cada vez más
aplastante para el Partido Pepi de Keke, cuya campaña parece verse impulsada
con cada escándalo…
La estática
voz del televisor lo acompañó en su lenta caída hacia el desmayo. La sangre le
brotaba de las manos, de la boca, del pecho, de la cabeza. No le quedaba mucho
tiempo, y la ira de Nilo apenas había comenzado a salir a flote.
− Sé…-cogh-…sé donde está…
− ¿Qué?
− …Hayamiiiiiii…
− Oh, qué bien. Justo lo que iba a preguntarte.
Atado a una
silla, con la mandíbula colgando, las manos atravesadas por cientos de
cristales y varias costillas rotas, el soldado conocido como Malone a este lado
del Atlántico ladeó la cabeza y se derrumbó contra el suelo de piedra,
provocando un sonido seco al que siguió una nueva hemorragia. Estaba jodido,
muy jodido, y su vida ahora dependía de la mujer a la que nueve años antes
había traicionado.
La
expresión de Nilo se descompuso por un segundo, mientras se mordía
nerviosamente el labio inferior hasta hacerse sangre. Una batidora de emociones
se revolvía inquieta en su estómago: dos onzas de satisfacción, una cucharada
sopera de venganza, una dosis al gusto de compasión y remordimientos. Ese
hombre del uniforme bañado de sangre y cristales era el responsable directo del
infierno que tuvo por vida los últimos nueve años. Tendidos en el suelo de
piedra, exactamente en el lugar que ocupaba el soldado destrozado, estaban ese
empresario occidental que la alquiló para una noche de sexo sadomasoquista, ese
mexicano maloliente que la metió la pistola por el coño, ese bigardo rumano de
traje que vigilaba su puerta todas las noches. Sobre el noqueado Malone caía la
fría ducha de la culpa, y la aún joven Nilo estaba dispuesta a cobrársela en
sangre.
Pero había
cosas más importantes que la venganza, entre ellas el paradero de su hermano
Hayami: Nilo procedió a llenar un cubo de latón hasta arriba de agua fría y en
él vació una botella de absenta cuya graduación haría llorar a Lucifer. Observó
por un segundo al que solía ser su mejor amigo, desmayadísimo, sangrando como
un cochino, y sobre él descargó su furia en forma de diez litros de agua helada
y alcohol puro.
− Cooooogghhh…
− Corta el rollo, hombretón, o el próximo cubo será sólo
absenta.
− Dios, có…cómo escuece… La próxima…-la voz del soldado
salía ahogada en un mar de sangre y dientes- la próxima vez tomaré el desayuno
continental…
Nilo no
pudo evitar que una sonrisilla descompusiera su expresión pretendidamente dura,
error que corrigió casi al instante.
− Ja. Te has reído –intentó vocalizar Malone-
− Sí. Tan sólo admiraba cómo han cambiado las tornas.
− Ah… venga, corta el rollo. Sabes… sabes que todo tiene su
explicación…
− La pregunta es, ¿quiero saberla? ¿quiero saber el precio
por el que me vendiste?
− Doscientos.
− ¿Qué?
− Doscientos… doscientos pavos. Esos hijos de la madre Rusia
no me quisieron dar más.
La furia
brotó en Nilo y se canalizó en torno a la punta de su enorme bota derecha, que
se preparó para lanzar la cabeza del soldado más allá de las gradas.
− Eh… ¡eh, eh, eh! –el súbito movimiento reflejo de Malone
hizo que casi se volviese a desmayar- ¡vale, era una broma!
− Felicidades. Te acabas de ganar otro chorrito –dijo Nilo,
y abrió el tapón de corcho de la enorme botella de absenta caducada- Espero que
te guste sola.
La muchacha
del pelo corto procedió a regar al soldado, que se retorció nuevamente ante el
dolor de la ardiente desinfección sobre su destrozado cuerpo. Gritó hasta
desmayarse, hasta que no quedó aire en la habitación para seguir gritando.
− Te lo has ganado tú solito, amigo.
Y Malone, desde su desmayo, no
pudo sino darle la razón.
Noventa y seis grados
Ahora mismo
…
La cafetería West Woods era lo que podríamos entender como un sitio decadente. Adornada de forma tan austera que cualquiera se daría cuenta de que un sitio como ese jamás podría ponerse de moda, suponía un buen refugio para todos los outsiders de la elitista sociedad de Washington DC. Taburetes, marrón y verde por todas partes, anuncios de neón de hace cincuenta años, enmarcaban un bar oscurísimo al que se accedía bajando un par de pisos. Sus parroquianos, mafiosos de poca monta, putas y sin techo, buscaban refugio del mundo exterior en este particular Edén subterráneo.
En este
marco, ni él, un hombre vendado hasta las cejas, ni ella, una mujer de pelo
corto y sangre por todas partes, llamaron lo más mínimo la atención.
− A vaya sitios que me traes –balbuceó el bocazas de Malone
desde su fortín de vendas y gasas- ¿Son maneras de recibir a tu amigo?
− ¿Qué va a ser? –dijo el camarero-
− Para mí un café y un pincho de atún –le dijo Nilo al
barman, ignorando al soldado- Para él, una copa de absenta. Hasta arriba. Sin
hielo.
− Enseguida.
− No me lo puedo creer. ¡Sigues alimentándote de pescado en
lata! Increíble. Tengo que presentarte a mi nutricionista.
− Hay algo que no has entendido de todo esto, ¿verdad? –dijo
ella mientras cargaba su pistola- Esto no es tú y yo hablando de los viejos
tiempos en alegre compañía. Soy yo sacándote información después de haberte
apaleado. Y esto que sientes en tu entrepierna, es mi inquieta Beretta
preparada para dejarte estéril hasta el fin de los tiempos. ¿Entendido?
− Ah… venga ya, Nilo. Es tan sólo que me alegro de verte,
tan borde como siempre.
− Insisto. Yo no me alegro de verte, ¿y sabes porqué? ¡Por
que me vendiste como puta, joder! –dijo ella, y apretó el cañón de su pistola
contra la semilla del soldado-¿Tan difícil es de entender que quiera matarte?
− No, pero ahora todos estos desharrapados nos miran como si
fuésemos novios. Así que tienes dos opciones: o me matas y te acusan de
asesinato pasional, o me dejas explicarme. La opción de morrearse entre
estrellitas y música de Michael Bolton queda excluida hasta que mis dientes
vuelvan a estar en su sitio.
La cabeza
de Nilo se derrumbó sobre la infecta mesa circular. ¿Cómo podía un solo hombre
sacarla tantísimo de quicio?
− Está bien. Más vale que tu explicación sea buena.
− Vas a flipar.
Y así,
durante más de una hora y media, Malone le contó a Nilo lo que le había llevado
a traicionarla: todo, todo aquello que creyó que merecía el abocar a su mejor
amiga a varios años de sufrimientos. Las arengas de sus superiores, el cómo el
Ejército les estaba preparando para ocupar los puestos de los políticos, el
cómo tuvo que huir de la justicia militar tras desertar. Pero todo esa
explicación carecería de sentido sin un nombre: Hatoru Hayami, el hermano de
Nilo, conocido entre los Black Hopes como Destripador,
− Y ahora llega la parte fuerte. Agárrate, Nilo. El
incidente de Stanford, ¿recuerdas? Aquel coche bomba que reventó en un colegio
repleto de niños, y del que acusaron a tu hermano.
− Claro que lo recuerdo.
− Bien. Pues él jamás estuvo allí. Se le acusó del asesinato
de cuatrocientos cincuenta hombres, mujeres y sobre todo niños. Pero él jamás
estuvo en Stanford.
− ¿Qué? –dijo Nilo, incrédula- ¿Cómo sabes todo eso?
− Lo descubrí hurgando entre los archivos de mis superiores,
¿acaso crees que deserté por gusto?
− Y entonces… –dijo la mujer del pelo corto, aguantándose
las incipientes lágrimas- ¿Y todo lo que vino después?
− Sí, los experimentos militares y toda esa mierda… te
engañaron, Nilo. Te dijeron que tu hermano esquivaría la pena de muerte si se
sometía a toda esa basura experimental… pero Hayami jamás fue culpable.
− Jod…joder…
− ¿Comprendes ahora porqué tuve que quitarte de en medio?
Todos esos experimentos y proyectos clasificados… en Hayami crearon un supersoldado,
el primero de muchos. Fuerte, brutal, carente de todo sentimiento. Después de
dejarte con los rusos volví al hospital de Tokyo a por él, pero me dijeron que
había escapado, ayudado por una enfermera. Pensé que habrías sido tú, que de
alguna manera habrías escapado… pero luego me encontré con Hayami en un bar de
mala muerte en algún lugar de Hokkaido, cerca de vuestro antiguo hogar, y lo
llevé conmigo y con los Black Hopes. Y esa es otra larga historia…
− Así… -Nilo estaba jodidamente impactada, como si sobre
ella hubiese pasado un tanque- así que me secuestraste para quitarme de en
medio… ¿y no podías habérmelo contado?
− No podía jugármela, Nilo. Es tu hermano, había mucho en
juego, y tu apego por él podía haber jodido todo.
− Y entonces, ¿sabes dónde está Hayami?
− En realidad, hace tiempo que ni yo ni los Black Hopes le
vemos… no me preocupé mucho porque últimamente parecía controlarse mejor. Pero
ahora va a hacer ya dos semanas desde que le perdí de vista, y me estoy
empezando a escamar...
Nilo se
levantó bruscamente y dirigió su pistolón hacia la frente de Malone. Sus
miradas, la ira engastada en una pupila marrón y la serenidad flotando sobre un
iris de sangre, se enfrentaron en un duelo a muerte con el público del bar como
expectante audiencia.
− ¡Y una mierda! ¡No me voy a tragar todas esas mentiras!
¡Estás muerto, Malone!
El aire
preñado de tabaco barato se tensó por un larguísimo segundo, hasta que la
sincera mirada del soldado, la aterrorizada expresión del camarero, la fuerza
con la que ella misma apretaba el mango de su pistola, provocaron que se
derrumbase sobre la mesita, sollozando y haciendo todo lo posible por que no se
notara.
− Venga, tía. Vayamos a buscar a tu hermano.
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Fotografía propiedad de D. Fernández