miércoles, 19 de septiembre de 2012

Black Hopes VII




Domingo 4 de Noviembre de 2012

01:23 AM


− ¡Me vendiste a unos jodidos rusos!

Crack

…nuevos escándalos salpican al candidato presidencial independiente conocido como Keke, al que ahora se acusa de…

− Ni… ¡Nilo, joder, déjame explicarme!

Crack

…perversión de menores y conducción temeraria bajo los efectos de varias drogas, entre ellas el alcohol, la marihuana e indecentes cantidades de cafeína-taurina…

− Ya te dejé explicarte una vez, ¿recuerdas? Y entonces me vendiste de puta.

Crack

…las únicas declaraciones del acusado fueron “que siga la fiesta”. Al parecer, Keke llevaba más de cuatro días manteniéndose despierto mediante drogas y químicos…

− ¿Acaso los hombres podéis siquiera imaginar lo que se siente siendo violada, una y otra y otra vez? ¿Y todo ello, gracias al único tío en el que solías confiar?

− Unnngnggngghhh…

Crack

…sin embargo, y pese a todo ello, los últimos sondeos electorales otorgan una victoria cada vez más aplastante para el Partido Pepi de Keke, cuya campaña parece verse impulsada con cada escándalo…

            La estática voz del televisor lo acompañó en su lenta caída hacia el desmayo. La sangre le brotaba de las manos, de la boca, del pecho, de la cabeza. No le quedaba mucho tiempo, y la ira de Nilo apenas había comenzado a salir a flote.

− Sé…-cogh-…sé donde está…

− ¿Qué?

− …Hayamiiiiiii…

− Oh, qué bien. Justo lo que iba a preguntarte.

            Atado a una silla, con la mandíbula colgando, las manos atravesadas por cientos de cristales y varias costillas rotas, el soldado conocido como Malone a este lado del Atlántico ladeó la cabeza y se derrumbó contra el suelo de piedra, provocando un sonido seco al que siguió una nueva hemorragia. Estaba jodido, muy jodido, y su vida ahora dependía de la mujer a la que nueve años antes había traicionado.

            La expresión de Nilo se descompuso por un segundo, mientras se mordía nerviosamente el labio inferior hasta hacerse sangre. Una batidora de emociones se revolvía inquieta en su estómago: dos onzas de satisfacción, una cucharada sopera de venganza, una dosis al gusto de compasión y remordimientos. Ese hombre del uniforme bañado de sangre y cristales era el responsable directo del infierno que tuvo por vida los últimos nueve años. Tendidos en el suelo de piedra, exactamente en el lugar que ocupaba el soldado destrozado, estaban ese empresario occidental que la alquiló para una noche de sexo sadomasoquista, ese mexicano maloliente que la metió la pistola por el coño, ese bigardo rumano de traje que vigilaba su puerta todas las noches. Sobre el noqueado Malone caía la fría ducha de la culpa, y la aún joven Nilo estaba dispuesta a cobrársela en sangre.

            Pero había cosas más importantes que la venganza, entre ellas el paradero de su hermano Hayami: Nilo procedió a llenar un cubo de latón hasta arriba de agua fría y en él vació una botella de absenta cuya graduación haría llorar a Lucifer. Observó por un segundo al que solía ser su mejor amigo, desmayadísimo, sangrando como un cochino, y sobre él descargó su furia en forma de diez litros de agua helada y alcohol puro.

− Cooooogghhh…
− Corta el rollo, hombretón, o el próximo cubo será sólo absenta.
− Dios, có…cómo escuece… La próxima…-la voz del soldado salía ahogada en un mar de sangre y dientes- la próxima vez tomaré el desayuno continental…

            Nilo no pudo evitar que una sonrisilla descompusiera su expresión pretendidamente dura, error que corrigió casi al instante.

− Ja. Te has reído –intentó vocalizar Malone-
− Sí. Tan sólo admiraba cómo han cambiado las tornas.
− Ah… venga, corta el rollo. Sabes… sabes que todo tiene su explicación…
− La pregunta es, ¿quiero saberla? ¿quiero saber el precio por el que me vendiste?
− Doscientos.
− ¿Qué?
− Doscientos… doscientos pavos. Esos hijos de la madre Rusia no me quisieron dar más.

            La furia brotó en Nilo y se canalizó en torno a la punta de su enorme bota derecha, que se preparó para lanzar la cabeza del soldado más allá de las gradas.

− Eh… ¡eh, eh, eh! –el súbito movimiento reflejo de Malone hizo que casi se volviese a desmayar- ¡vale, era una broma!
− Felicidades. Te acabas de ganar otro chorrito –dijo Nilo, y abrió el tapón de corcho de la enorme botella de absenta caducada- Espero que te guste sola.

            La muchacha del pelo corto procedió a regar al soldado, que se retorció nuevamente ante el dolor de la ardiente desinfección sobre su destrozado cuerpo. Gritó hasta desmayarse, hasta que no quedó aire en la habitación para seguir gritando.

− Te lo has ganado tú solito, amigo.

            Y Malone, desde su desmayo, no pudo sino darle la razón.


            
Noventa y seis grados

Ahora mismo


             La cafetería West Woods era lo que podríamos entender como un sitio decadente. Adornada de forma tan austera que cualquiera se daría cuenta de que un sitio como ese jamás podría ponerse de moda, suponía un buen refugio para todos los outsiders de la elitista sociedad de Washington DC. Taburetes, marrón y verde por todas partes, anuncios de neón de hace cincuenta años, enmarcaban un bar oscurísimo al que se accedía bajando un par de pisos. Sus parroquianos, mafiosos de poca monta, putas y sin techo, buscaban refugio del mundo exterior en este particular Edén subterráneo.

            En este marco, ni él, un hombre vendado hasta las cejas, ni ella, una mujer de pelo corto y sangre por todas partes, llamaron lo más mínimo la atención.

− A vaya sitios que me traes –balbuceó el bocazas de Malone desde su fortín de vendas y gasas- ¿Son maneras de recibir a tu amigo?
− ¿Qué va a ser? –dijo el camarero-
− Para mí un café y un pincho de atún –le dijo Nilo al barman, ignorando al soldado- Para él, una copa de absenta. Hasta arriba. Sin hielo.
− Enseguida.
− No me lo puedo creer. ¡Sigues alimentándote de pescado en lata! Increíble. Tengo que presentarte a mi nutricionista.
− Hay algo que no has entendido de todo esto, ¿verdad? –dijo ella mientras cargaba su pistola- Esto no es tú y yo hablando de los viejos tiempos en alegre compañía. Soy yo sacándote información después de haberte apaleado. Y esto que sientes en tu entrepierna, es mi inquieta Beretta preparada para dejarte estéril hasta el fin de los tiempos. ¿Entendido?
− Ah… venga ya, Nilo. Es tan sólo que me alegro de verte, tan borde como siempre.
− Insisto. Yo no me alegro de verte, ¿y sabes porqué? ¡Por que me vendiste como puta, joder! –dijo ella, y apretó el cañón de su pistola contra la semilla del soldado-¿Tan difícil es de entender que quiera matarte?
− No, pero ahora todos estos desharrapados nos miran como si fuésemos novios. Así que tienes dos opciones: o me matas y te acusan de asesinato pasional, o me dejas explicarme. La opción de morrearse entre estrellitas y música de Michael Bolton queda excluida hasta que mis dientes vuelvan a estar en su sitio.

            La cabeza de Nilo se derrumbó sobre la infecta mesa circular. ¿Cómo podía un solo hombre sacarla tantísimo de quicio?

− Está bien. Más vale que tu explicación sea buena.
− Vas a flipar.

            Y así, durante más de una hora y media, Malone le contó a Nilo lo que le había llevado a traicionarla: todo, todo aquello que creyó que merecía el abocar a su mejor amiga a varios años de sufrimientos. Las arengas de sus superiores, el cómo el Ejército les estaba preparando para ocupar los puestos de los políticos, el cómo tuvo que huir de la justicia militar tras desertar. Pero todo esa explicación carecería de sentido sin un nombre: Hatoru Hayami, el hermano de Nilo, conocido entre los Black Hopes como Destripador,

− Y ahora llega la parte fuerte. Agárrate, Nilo. El incidente de Stanford, ¿recuerdas? Aquel coche bomba que reventó en un colegio repleto de niños, y del que acusaron a tu hermano.
− Claro que lo recuerdo.
− Bien. Pues él jamás estuvo allí. Se le acusó del asesinato de cuatrocientos cincuenta hombres, mujeres y sobre todo niños. Pero él jamás estuvo en Stanford.
− ¿Qué? –dijo Nilo, incrédula- ¿Cómo sabes todo eso?
− Lo descubrí hurgando entre los archivos de mis superiores, ¿acaso crees que deserté por gusto?
− Y entonces… –dijo la mujer del pelo corto, aguantándose las incipientes lágrimas- ¿Y todo lo que vino después?
− Sí, los experimentos militares y toda esa mierda… te engañaron, Nilo. Te dijeron que tu hermano esquivaría la pena de muerte si se sometía a toda esa basura experimental… pero Hayami jamás fue culpable.
− Jod…joder…
− ¿Comprendes ahora porqué tuve que quitarte de en medio? Todos esos experimentos y proyectos clasificados… en Hayami crearon un supersoldado, el primero de muchos. Fuerte, brutal, carente de todo sentimiento. Después de dejarte con los rusos volví al hospital de Tokyo a por él, pero me dijeron que había escapado, ayudado por una enfermera. Pensé que habrías sido tú, que de alguna manera habrías escapado… pero luego me encontré con Hayami en un bar de mala muerte en algún lugar de Hokkaido, cerca de vuestro antiguo hogar, y lo llevé conmigo y con los Black Hopes. Y esa es otra larga historia…
− Así… -Nilo estaba jodidamente impactada, como si sobre ella hubiese pasado un tanque- así que me secuestraste para quitarme de en medio… ¿y no podías habérmelo contado?
− No podía jugármela, Nilo. Es tu hermano, había mucho en juego, y tu apego por él podía haber jodido todo.
− Y entonces, ¿sabes dónde está Hayami?
− En realidad, hace tiempo que ni yo ni los Black Hopes le vemos… no me preocupé mucho porque últimamente parecía controlarse mejor. Pero ahora va a hacer ya dos semanas desde que le perdí de vista, y me estoy empezando a escamar...

            Nilo se levantó bruscamente y dirigió su pistolón hacia la frente de Malone. Sus miradas, la ira engastada en una pupila marrón y la serenidad flotando sobre un iris de sangre, se enfrentaron en un duelo a muerte con el público del bar como expectante audiencia.

− ¡Y una mierda! ¡No me voy a tragar todas esas mentiras! ¡Estás muerto, Malone!

            El aire preñado de tabaco barato se tensó por un larguísimo segundo, hasta que la sincera mirada del soldado, la aterrorizada expresión del camarero, la fuerza con la que ella misma apretaba el mango de su pistola, provocaron que se derrumbase sobre la mesita, sollozando y haciendo todo lo posible por que no se notara.

− Venga, tía. Vayamos a buscar a tu hermano.


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Creado a partir de la obra en thejanoblog.blogspot.com.es
Fotografía propiedad de D. Fernández