miércoles, 25 de julio de 2012

Black Hopes IV





− Joder, ¡el café de la ONU es cada vez peor!

− Por amor de Dios, Jacques. ¿Dónde has aprendido esas expresiones de camionero?

            El diplomático conocido como Jack fuera de Bruselas no pudo evitar sonreír para sí mismo, en una mezcla de vergüenza y tímido orgullo, al recordar las brutales respuestas que Destripador dedicaba al resto de los Black Hopes. Apenas llevaba un par de semanas al cargo del grupo de Operaciones Especiales, codo con codo con todos sus miembros, coordinando una operación en la que cada uno había puesto lo mejor de sí mismo, y ya los veía como una familia, su familia, esa familia que jamás se había atrevido a crear y que sin embargo había surgido del rincón más improbable. Se trataba de una familia problemática, sin duda, pero ¿a quién le gustan las familias de anuncio?

− Perdóneme, señor consejero. Supongo que el pasar tanto tiempo fuera de Europa pasa factura.

− Lo dejaré correr. Tenemos temas más importantes que tratar, me temo.

− ¿Ah, sí? –el diplomático tomó un distraído trago a su taza de café – Y, ¿de qué se trata?

− ¿Me puedes explicar lo que pasó ayer en la sede de Nueva York?

− ¿El qué? – Jack recordó de repente: champán, caviar, limonada rosa – Ah, ya… pues, supongo que… todo tiene una explicación...

− Adelante, Jacques. Me tienes en ascuas.

− Se trata de la táctica… A-7 – suena bien, pensó Jack –. Alto secreto, me temo. Sólo la conocemos los Black Hopes y yo.

− Oh, ¿sí? ¿Así que todo forma parte de un plan cuidadosamente planeado?

− Exactamente, señor consejero.

− Comprendo… ahora recuérdame por qué te otorgamos ese dineral que tus chicos se están gastando en esas tácticas tan… ostentosas, por favor. Si mi mente no me traiciona, afirmaste manejar unas pruebas irrefutables que señalaban la puesta en marcha de un golpe de Estado militar a nivel mundial, ¿correcto?

− Sí, correcto.

− Y si no recuerdo mal, jamás mostraste esas pruebas tan irrefutables en la Asamblea por miedo a que alguna de las naciones estuviese implicada.

− Efectivamente.

− Bien, Jacques. Eres toda una figura en Bruselas. Gozas de la más absoluta confianza de los cabezas visibles de las Naciones Unidas desde tiempos de U Thant. Por eso te fueron concedidos fondos sin límite para tu… particular proyecto. Afirmaste que el peligro para las democracias de todo el mundo era inminente, y de una magnitud desconocida hasta ahora. Bien Jacques, ahora necesito comprobar todo eso. Las pruebas.

− Vale… no le voy a mentir. No hay pruebas. Pero…

− ¿Qué?

−…pero si me deja continuar…

− Dios… por… por favor, Jacques –el consejero de nosequé se llevó las manos a la cabeza- … dime que no hemos gastado más dinero del que jamás ha gastado la ONU, de manera difícilmente más irregular, en un proyecto basado en pura conspiranoia.

− Señor, si me permite… mis contactos más fiables llevan meses infiltrados en las cúpulas del poder militar americano, europeo y asiático. La amenaza es inminente, como ellos mismos me han confirmado. Están preparando a los soldados para algo gordo, algo que lleva mucho tiempo cociéndose, más o menos desde el 11-S. La opinión pública está más polarizada que nunca, y alguien va a sacar partido de eso, no lo dude. Sólo es cuestión de tiempo.

− Pruebas, Jacques. Algo que demuestre todo este colacao mental.

− Tan sólo tiene mi palabra, señor. No puedo revelar a mis fuentes sin poner en peligro toda la operación.

− ¡Mierda, Jacques! ¡Mierda! ¿Quién te ha soplado todo esto, eh? ¿El psicópata de los cuchillos? ¿El soldado mercenario?

− Señor, la confianza en los Black Hopes está fuera de toda duda.

− Yo no lo veo así, Jacques, ¡joder! Y ten por seguro que el Consejo de Seguridad tampoco lo hará. Más te vale conseguir algo que justifique esos 12 millones gastados en champán y señoritas de compañía.

            El consejero de nosequé se marchó de la minúscula sala dejando un tremendo portazo a su paso. Menudo gilipollas, pensó Jack.  Pero gracias a él los Black Hopes iban a tener las cosas mucho más difíciles.

            Desde luego, más les valía darse prisa.


MASCARADAS

Hace mucho


        10/07/2003
        Sargento de policía Fujiwaka, Satoru
        07789-E

        Informe de los sucesos acaecidos el 07/10/2003

            El pasado día Siete de Julio de 2003, el Teniente Joshua Rafferty y yo mismo, Sgt de policía Satoru Fujiwaka, fuimos advertidos de un incidente que los testigos nos describieron como “inenarrable” en el Hospital General del distrito 33 de la ciudad de Tokyo. En respuesta a la llamada de emergencia, el Teniente y yo acudimos en ayuda de los afectados. Al llegar al Hospital fuimos recibidos por un militar de uniforme que se negó a identificarse y que nos exigió que nos fuésemos, cosa que no tuvimos más remedio que aceptar a regañadientes. El operativo militar desplegado alrededor del hospital contaba con varias decenas de soldados y dos carros de combate.

            Los sucesos, según nos contaron los médicos que pudieron sortear el cordón militar, estuvieron relacionados con el paciente Hatoru Hayami, al parecer con algún tipo de relación desconocida con el Ejército japonés. Asimismo, se le tiene por principal sospechoso de los cuantiosos daños que sufrió el piso tercero del hospital.

            El sujeto, según nos contaron los responsables del lugar (ver anexo 5) fue ingresado hacía seis meses y cuatro días con síntomas claros de una sobredosis de narcóticos. Estos síntomas fueron debidamente tratados (ver anexo 6) pero no remitieron en el plazo normal. Así, el paciente sufría de numerosos ataques de pánico, ira desmedida contra su entorno y desbocadas muestras de fuerza física. Finalmente, y tras numerosos análisis, se llegó a la conclusión de que su sangre contenía un exceso de la hormona adrenalina, no suficiente como para matarlo pero sí para alterarlo grave y permanentemente. La causa de esta sobreproducción hormonal es completamente desconocida, teniendo como teoría más aceptada el que, por alguna razón, sus glándulas producían adrenalina en exceso por algún tipo de malformación genética no manifestada hasta el momento. Finalmente, se decidió sedar al paciente de manera indefinida.

            El día siete de julio, Hatoru Hayami saltó por la ventana lateral del piso tercero del Hospital General. Al parecer, una enfermera en prácticas llamada Shirina Phots fue la responsable de parar el tratamiento del paciente. No se ha encontrado absolutamente ninguna información de Hatoru Hayami ni de Shirina Phots. Ésta última no aparece registrada en los archivos del hospital ni en los de la Facultad de Medicina de Tokyo, por lo que es trata, a todas luces, de un acto de sabotaje y engaño. Se desconoce el interés de los implicados en el paciente. Tampoco se manejan posibles responsables de los sucesos, pero contamos con la declaración de una de las enfermeras encargadas del paciente (ver anexo 7). Esta enfermera afirmó que hacía varias semanas que la hermana de Hatoru Hayami, una tal Nilo (sin apellidos conocidos) no lo visitaba, hecho destacable si tenemos en cuenta que, según nos contaron, solía pasar a ver a su hermano diariamente.

            No se han encontrado ningún cadáver en la zona ni se ha obtenido declaración alguna de los militares presentes.

            A 10/07/2003

            Sgt. Satoru Fujiwaka


           
Malone echó un último vistazo a su pickup, aparcada entre los escombros, antes de adentrarse en el cordón militar iluminado por un par de focos blancos que concedían el brillo a apenas un par de estrellas en la noche tokiota. Había sido un viaje largo, larguísimo, de punta a punta de Japón en una auténtica misión de emergencia. Había pecado, traicionado y realizado actos de dudosa catadura moral, entre ellos disparar a su mejor amiga en el costado. Pero merecía la pena, pensaba para sí, puesto que era la Misión lo que estaba en juego. Nilo sabría perdonarle cuando llegara el momento.

            Todo este forzado optimismo se vino abajo cuando contempló el enorme boquete del piso tercero en el acristalado Hospital General de Tokyo. Allí, el hermano de Nilo, Hayami, solía languidecer asfixiado entre sedantes por razones que apenas su hermana, Malone y los altos mandos del Ejército sabían y ocultaban. El muchacho era demasiado poderoso como para caer en manos inadecuadas. Y ahora estaba en paradero desconocido.

            Hayami había escapado.

Nilo estaba en manos de unos tratantes de blancas.

            Todo se estaba viniendo abajo muy deprisa.



Descarga la versión ebook y la versión móvil

Licencia de Creative Commons
Black Hopes by Javier Noriega is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en thejanoblog.blogspot.com.es.



domingo, 15 de julio de 2012

Black Hopes III




   − Bien, ¿ha quedado todo claro?
   − Digamos que has hecho lo que has podido, Jack.
   − Vale, muchachos, repaso general: Malone, tú te harás pasar por uno de los sublevados hasta la llegada de Destripador en el helicóptero oficial, del que se descolgará para causar el caos entre las tropas desplegadas a lo largo de toda la Connecticut Avenue. A partir de ese momento, tus esfuerzos pasarán a centrarse en alcanzar el punto A para dirigirte a tus camaradas rebeldes a través de los amplificadores que nuestra mecánica, The Eagle…
   − Eh, corbatitas, The Eagle no more. Ahora soy Phoenix.
   − Nos da igual, a todos. Cierra la puta boca y escucha.

La muchacha calló ante la borde respuesta del siempre borde Destripador. No estaba acostumbrada a la convivencia en un grupo de operaciones, ni tampoco tenía el más mínimo interés por desarrollarla, y en momentos como este le daban ganas de volar el edificio entero y volver tranquilamente a su vida de freelance. Pero había unas Veinte Millones de razones, en efectivo y procedentes del fondo de aportación de la ONU, que la movían a tragar, perseverar y terminar el trabajo de una vez por todas.

   − Emm… gracias, supongo, Destripador. En fin. Como iba diciendo… ya no sé ni qué iba diciendo…
   −  Resumiendo: el boy-scout nos aburre a todos desde su balcón mientras yo me divierto abajo, la de los rizos hace pum en todo lo alto del bastión de Occidente y tú te tomas un café con tus colegas de Bruselas. Fácil, rápido y para toda la familia.
   − Pum que sólo podrá producirse si nuestro hombre en Washington cumple su misión con éxito.
   − Efectivamente, Malone. Estamos construyendo castillos en el aire. Ahora mismo, el éxito de nuestra operación depende exclusivamente del resultado del operativo…ehem… “Mairena´s Chocho”.
   − Por Dios, ¿quién le puso ese nombre?
   − Ah, venga, luego soy yo el militroncho antisonrisas. ¿El lobito hubiera preferido algo más gore?
   − Ándate con cuidado, madelmán, o verás tu cabeza ensartada en una pica antes de que puedas correr con tu mamá.
   − Seguro que sí, chico malo.
   − ¿Os queréis calmar, much…ey, ¿qué es ese ruido?
   − Viene de arriba… de muy arriba.
   − Enseguida te informamos, Jack. Vamos a ver qué pasa.

Los presuntamente compañeros avanzaron a lo largo del piso 36 de su cuartel general, nada más y nada menos que la sede central de la ONU en Nueva York, hasta alcanzar las suntuosas escaleras de mármol: Malone amartilló sus pistolas y lideró al grupo en su discreto ascenso: unos pasos detrás suyo, Destripador observaba la seductora retaguardia del soldado con acuciante instinto asesino,  mientras una cautelosa The Eagle escrutaba las posibles vías de escape por si todo se volvía en su contra. Un extraño aroma, como a pachuli de alta gama, bañaba todo el edificio y parecía hacerse más fuerte con la altura. Tres interminables pisos más arriba, el pintoresco trío alcanzó la azotea de su base de operaciones. El último éxito de David Guetta los recibió al abrir la puerta roñosa.

   − ¿Limonada rosa, caballeros?
   − Pero… qué…

El espectáculo era para verlo. Cientos, miles de veddetes bailaban arriesgando sus vidas a lo largo de toda la superficie rectangular, al ritmo de la música que pinchaba un DJ más caro que el edificio entero. El gris, frío y cementado suelo ya no era tal: kilómetros y kilómetros de gruesa moqueta roja como los labios de las bailarinas suavizaban los pasos de todos los presentes. Una enorme piscina se había dispuesto treinta y nueve pisos más abajo para todo aquel invitado caluroso y potencialmente suicida, y allí, al nivel del suelo, toda la ciudad había sido empapelada con toneladas de confeti multicolor que bañaban asfalto y taxis por igual. En cada esquina en un radio de dos kilómetros cuadrados, elegantes hombres de traje blanco ofrecían champán, caviar y por supuesto limonada rosa a todo aquel afortunado que se cruzase con ellos. Para culminar el fiestón, varios soldados de la Guardia Nacional se descolgaron en rappel desde la cumbre del edificio de la ONU desplegando una enorme pancarta dominada por la imagen de un muchacho rubito y de piel blanquísima que rezaba en su parte alta “Keke is the key” y más abajo “Keke for president of the United States”.

Allí, subido a un escenario decorado con muy mal gusto estaba Keke, el anfitrión, morreándose con todo aquel y aquella dignos de su atención, mientras bebía champán de la inmensa fuente dorada cuyos chorros salpicaban a los miles de invitados que bailaban sobre el edificio de la Naciones Unidas.

   − Madre del… amor… hermoso…
   − ¿Cuánto se habrá pulido en todo esto?
   − Pregúntaselo al fondo de aportación de la ONU. A Jack le va a petar la patata.
   − Hasta ha hecho monedas con su cara…

Por un momento, la reluciente moneda refulgió entre las manos de The Eagle, que se percató de las letras en relieve que rezaban “In Keke we trust”. Sí, más les valía. De la campaña electoral del rubito dependía el éxito de la operación y con ella el destino del mundo libre.



MANTA Y CARRETERA

Hace mucho



Los anodinos kilómetros de las carreteras japonesas se fueron sucediendo uno tras de otro.

        Con el Monte Fuji a su derecha y un apagado atardecer a su izquierda, la embarrada pickup de Malone avanzaba por la carretera infinita entre infinitos arrozales que se mecían al viento de la tarde. El soldado no pudo evitar soltar por un momento el volante, encenderse un cigarrillo y reclinar el asiento. Necesitaba relajarse, pero no se podía permitir parar: ya había perdido mucho tiempo.

        Un metro más atrás, Nilo se revolvía de pura inconsciencia entre la capa de mantas que su mejor amigo le había proporcionado. Malone cerró la ventanilla trasera, abrió la lateral y encendió la radio. El humo nicotinado de sus pensamientos se le escapaba entre los labios al ritmo de una vieja canción de country, de esas que tanto le gustaban y que tanto echaba de menos en Japón.



You live life so cavalier, but time's not on your side.

How much longer will it take until you realize? 


        ¿Cómo habían cambiado tanto las cosas? Parecía como si el reloj de la vida hubiera pisado el turbo algo  desde la última vez que vio a Nilo. Eran los tiempos en los que él todavía tenía fe en el bando de los buenos y ella solía hacer lo posible por acompañarlo en sus luchas. Juntos, vivieron terrores inimaginables para cualquier humano medio: sintieron la pólvora en los ojos, la arena en los labios, el plomo en el alma, y sin embargo la mera presencia del otro era razón suficiente para seguir adelante. Incluso en guerras más ambiguas, incluso cuando Malone fue expulsado del Ejército, incluso cuando Hayami fue condenado a muerte, ambos sabían que podían contar con el apoyo del otro incondicionalmente, en cualquier momento, pasara lo que pasara.

My friends think I'm crazy,

they say I'm wastin' my time


        Nilo despertó con el fresco aire de la noche japonesa. Apenas podía respirar. Lentamente sus párpados se fueron abriendo al ritmo de una canción country que le traía buenos recuerdos, muy buenos recuerdos… ¿dónde estaba?


They don't see the magic 

that you hold in your eyes.


         Dios, ¿cómo coño había podido llegar hasta este punto? ¿Acaso la misión merecía semejantes métodos? Desgraciadamente, esa era una pregunta para la que Malone tenía respuesta, una sencilla y desastrosamente clara respuesta. Sí. La misión que se le había encomendado era vital para conservar la seguridad de ese país en el que todavía creía, aunque algo en su interior se resistiese a admitirlo. Había que cambiar todo, incluso lo más sagrado, para que todo siguiese igual.


I might be a dreamer, 

but my heart you can't deny


 Nilo sacudió violentamente la cabeza.

     − ¿Qué coño…? ¿La pickup de Malone…?

Al instante comprendió. Se la habían jugado. Se había confiado. Procuro ponerse en pie, con cuidado, pero sus piernas le fallaron estrepitosamente: perdió el equilibrio y se precipitó hacia el asfalto. Crack. El golpe hizo reaccionar a Malone, que despertó sobresaltado de sus propios pensamientos.

− ¡Nilo! ¡Quieta ahí!

La chica trató de lanzarse a la carrera, pero sólo consiguió tropezarse una y otra vez hacia un traicionero asfalto. Como de costumbre, sus esfuerzos no cedieron a la derrota.


'Cos when you need someone to hold you


Malone se lanzó sobre ella, y recibió en respuesta una certera cuchillada entre costilla y costilla: ni el soldado ni la mercenaria fueron capaces de hilar dos pasos seguidos sin morder el asfalto de la carretera, ella huyendo hacia ninguna parte y él persiguiéndola con su uniforme rebosante de sangre propia. Finalmente y según perdía distancia, el soldado levantó la mano de la hemorragia y desenfundó su pistola.

− ¡Nilo! ¡Quieta o disparo!

Ella no podía creer lo que estaba oyendo.


When your world comes tumblin' down


− ¡Te lo estoy advirtiendo, Nilo! ¡Quieta, o te juro por lo más sagrado que disparo!

Su carrera se hizo aún más desesperada.


I'll be there if you ever need me,


− Mierda, Nilo. Maldita seas por obligarme a hacer esto.


True love won't let you down



EPÍLOGO


       − В моей стране с более водка водка снижены

       − Потому что она имеет poтs*

       −…

       − Te damos quinientos dólares por ella, americano. Sé agradecido. Nadie pagaría más de doscientos por una puta herida.

      − Trato hecho, amigos.



*¡Tiene grasia porque pone pots!


Descarga la versión ebook o la versión móvil 

Licencia de Creative Commons
Black Hopes by Javier Noriega is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en thejanoblog.blogspot.com.es.

"True Love" is a 1998 song from the "Highways & Honky Tonks", edited by Rounder Records. Al rights belong to their respective owners.

martes, 10 de julio de 2012

Black Hopes II



− ¡Pero qué coño estáis diciendo!
− Oh, venga. ¿El boy-scout tiene algún problema?
− Cállate, Lobito. No estoy hablando contigo.
− Ven, acércate más, y te enseñaré cómo hablan los hombres de verdad.
− Ey, ey, chicos… ¿qué tal si nos calmamos un poco?
− Para ti es fácil, politicastro. No tienes que aguantar todo el día las santurronerías de este absurdo intento de guerrero.

Malone se tragó sus palabras, palabras que bajaron por su esófago abriéndolo en canal hasta desembocar en un anudado estómago. Su orgullo, sus instintos, incluso su sentido común, le decían que era hora de poner en su sitio de una vez por todas al señorito de las garras. Habría sido fácil: en un combate limpio, su frialdad y equilibrio en las largas distancias se impondrían fácilmente sobre el Destripador agresivo y descerebrado que acostumbraban a ver en sus entrenamientos. El descerrajarle un tiro entre ceja y ceja parecía una opción cada vez más viable, por mucho que las palabras cargadas de estática de Jack defendiesen lo contrario.

Pero el diplomático tenía razón, sencillamente. El grupo era aún demasiado joven e inestable, y la amenaza demasiado grande como para poner en riesgo la operación. No es que se tratase de un grupo de fanáticos con acento gracioso y coches bomba. Se trataba de algo nuevo, o más bien olvidado. Se trataba del primer golpe de Estado a nivel mundial.

Eso era algo serio, demasiado serio como para cagarla por una tontería de rivalidad, pensó Malone. Pero su dedo inquieto sintió una atracción por el frío gatillo de su pistolón que el joven soldado apenas pudo contener. Su respiración se entrecortó tras un infinito suspiro de paciencia, sus labios se humedecieron lentamente, su lengua estropajosa se comenzó a mover y, con toda la tranquilidad de la que pudo hacer acopio, se dispuso a hablar en tono neutro.

− El de la corbata tiene razón… deberíamos evitar estos enfrentamientos. La próxima vez trataré de contener mi lengua. Y ahora sigamos con lo que estábamos discutiendo… ¿de verdad es necesario volar la cúpula de la Casa Blanca?

− Absolutamente.






MUERTE Y NEÓN


Hace mucho




            Blanco

            Blanco

            Blanco

− ¡Doctor, el paciente se está despertando del coma!

− Rápido, ¡rápido, joder! ¡Traedme anestésicos! ¡Ya, ya, ya!

Puro

Blanco

Puro…

Puro…


− ¿Cómo te sientes hoy, Hayami?

− Mmmmmph… bien… algo adormilado, creo.

− Eso es bueno. Eso te ayuda a olvidar.

− Dime, hermana… ¿tan terrible es aquello que hice?

− Duerme, hermano. Duerme, y procura descansar. Hazlo por mí, y recuerda que tu destino hubiera sido la muerte de no ser por los esfuerzos de tu hermana.

− Está bien, Nilo. Así lo haré. Pero algún día, tarde o temprano, habrás de contarme la verdad…




Argh. Necesito una ducha tanto como una mujer podría necesitarla. Apenas han pasado unos meses desde que ingresamos a Hayami y parece que hubieran pasado siglos. Últimamente hace demasiadas preguntas. Hermanito, hermanito, siempre fuiste tan desconfiado… más te vale dejar olvidar el pasado y mirar hacia delante. Por el bien de todos. 

Mierda. Esta puerta está jodidamente dura.

− Ey, ey. Vale que la casa sea un cubil, que no tenga habitación de invitados y que me toque a todas luces dormir en el sofá, pero ¿comida de lata? ¿de verdad? Esto ha decaído mucho, Nilo.

A la instintiva tensión muscular le siguió un profundo alivio al escuchar las palabras del soldado.

− ¿Malone? Pero… ¿qué haces por aquí? ¿cómo no me has avisado? Y más importante aún, ¿cómo has entrado?

− Esa última pregunta me ofende, tía. Ni que no me conocieras.

− Cierto…

− Te preguntaría que si me invitas a pasar, pero bueno, ya estoy dentro.

− Sí… y me alegro de verte, tío. Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que nos vimos. Parece como si no supiéramos ser amigos sin una guerra delante de nuestras narices.

− Y tanto –dijo el soldado, mientras se esforzaba por no atragantarse en su apresurado devoramiento de una de las latillas de atún que componían de manera exclusiva la dieta de Nilo- ¿Qué tal está tu hermano?

− Hayami… Hayami está bien, sin más. Tratando de olvidar, supongo.


El rápido movimiento del soldado pilló desprevenida a la siempre prevenida Nilo. El destrozado butacón volcó hacia atrás por el impulso con el que el soldado se lanzó sobre su mejor amiga; la latilla de atún, ya desprovista de todo contenido, salió despedida varios metros más allá acompañada de su colega el tenedor; las botas del uniformado dejaron una marca de tierra seca sobre el austero suelo de falso parqué. Finalmente, sus manos se encontraron con el repentinamente tenso cuello de la mujer, y sus dedos bailaron una precisa coreografía de fracturas cuidadosamente calculadas, hasta que Nilo, sorprendida, aturdida e incrédula, finalmente cayó presa de un sueño inducido por el que solía ser su mejor amigo.

Malone la retuvo en su caída y la dejó colgando de su brazo. En la expresión de la joven quedó un extraño tic sobre unos ojos en blanco, un repetido parpadeo que se negaba a resignarse a lo inevitable, o que quizás rechazaba aceptar una verdad tan cruda como la que tenía antes sí.

El joven soldado se la echó al hombro, como si de un fardo inerte se tratase, y la llevó consigo por los fosforescentes callejones de Tokyo. La tenue luz de la luna, silenciada por los rechinantes neones de la megalópolis, iluminó su camino hasta la pickup del atribulado soldado. Una vez allí, cargó el cuerpo en la parte de atrás, lo cubrió con una depauperada manta, y se dispuso a emprender un viaje con su mejor amiga, uno de tantos, como aquella vez que visitaron Barcelona hacía ya una eternidad. El soldado, que hasta ahora había conservado un monacal silencio, sacó su manojo de llaves, arrancó la pickup y no puedo evitar derrumbarse sobre el volante al oír a su amiga revolverse en su propia inconsciencia un metro y medio más atrás.

− Espero que algún día pueda explicártelo, Nilo. Buen viaje. No hace falta que me des conversación. Ni aunque quisiera podría quedarme dormido…





Licencia de Creative Commons
Black Hopes by Javier Noriega is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en thejanoblog.blogspot.com.es.