miércoles, 25 de julio de 2012

Black Hopes IV





− Joder, ¡el café de la ONU es cada vez peor!

− Por amor de Dios, Jacques. ¿Dónde has aprendido esas expresiones de camionero?

            El diplomático conocido como Jack fuera de Bruselas no pudo evitar sonreír para sí mismo, en una mezcla de vergüenza y tímido orgullo, al recordar las brutales respuestas que Destripador dedicaba al resto de los Black Hopes. Apenas llevaba un par de semanas al cargo del grupo de Operaciones Especiales, codo con codo con todos sus miembros, coordinando una operación en la que cada uno había puesto lo mejor de sí mismo, y ya los veía como una familia, su familia, esa familia que jamás se había atrevido a crear y que sin embargo había surgido del rincón más improbable. Se trataba de una familia problemática, sin duda, pero ¿a quién le gustan las familias de anuncio?

− Perdóneme, señor consejero. Supongo que el pasar tanto tiempo fuera de Europa pasa factura.

− Lo dejaré correr. Tenemos temas más importantes que tratar, me temo.

− ¿Ah, sí? –el diplomático tomó un distraído trago a su taza de café – Y, ¿de qué se trata?

− ¿Me puedes explicar lo que pasó ayer en la sede de Nueva York?

− ¿El qué? – Jack recordó de repente: champán, caviar, limonada rosa – Ah, ya… pues, supongo que… todo tiene una explicación...

− Adelante, Jacques. Me tienes en ascuas.

− Se trata de la táctica… A-7 – suena bien, pensó Jack –. Alto secreto, me temo. Sólo la conocemos los Black Hopes y yo.

− Oh, ¿sí? ¿Así que todo forma parte de un plan cuidadosamente planeado?

− Exactamente, señor consejero.

− Comprendo… ahora recuérdame por qué te otorgamos ese dineral que tus chicos se están gastando en esas tácticas tan… ostentosas, por favor. Si mi mente no me traiciona, afirmaste manejar unas pruebas irrefutables que señalaban la puesta en marcha de un golpe de Estado militar a nivel mundial, ¿correcto?

− Sí, correcto.

− Y si no recuerdo mal, jamás mostraste esas pruebas tan irrefutables en la Asamblea por miedo a que alguna de las naciones estuviese implicada.

− Efectivamente.

− Bien, Jacques. Eres toda una figura en Bruselas. Gozas de la más absoluta confianza de los cabezas visibles de las Naciones Unidas desde tiempos de U Thant. Por eso te fueron concedidos fondos sin límite para tu… particular proyecto. Afirmaste que el peligro para las democracias de todo el mundo era inminente, y de una magnitud desconocida hasta ahora. Bien Jacques, ahora necesito comprobar todo eso. Las pruebas.

− Vale… no le voy a mentir. No hay pruebas. Pero…

− ¿Qué?

−…pero si me deja continuar…

− Dios… por… por favor, Jacques –el consejero de nosequé se llevó las manos a la cabeza- … dime que no hemos gastado más dinero del que jamás ha gastado la ONU, de manera difícilmente más irregular, en un proyecto basado en pura conspiranoia.

− Señor, si me permite… mis contactos más fiables llevan meses infiltrados en las cúpulas del poder militar americano, europeo y asiático. La amenaza es inminente, como ellos mismos me han confirmado. Están preparando a los soldados para algo gordo, algo que lleva mucho tiempo cociéndose, más o menos desde el 11-S. La opinión pública está más polarizada que nunca, y alguien va a sacar partido de eso, no lo dude. Sólo es cuestión de tiempo.

− Pruebas, Jacques. Algo que demuestre todo este colacao mental.

− Tan sólo tiene mi palabra, señor. No puedo revelar a mis fuentes sin poner en peligro toda la operación.

− ¡Mierda, Jacques! ¡Mierda! ¿Quién te ha soplado todo esto, eh? ¿El psicópata de los cuchillos? ¿El soldado mercenario?

− Señor, la confianza en los Black Hopes está fuera de toda duda.

− Yo no lo veo así, Jacques, ¡joder! Y ten por seguro que el Consejo de Seguridad tampoco lo hará. Más te vale conseguir algo que justifique esos 12 millones gastados en champán y señoritas de compañía.

            El consejero de nosequé se marchó de la minúscula sala dejando un tremendo portazo a su paso. Menudo gilipollas, pensó Jack.  Pero gracias a él los Black Hopes iban a tener las cosas mucho más difíciles.

            Desde luego, más les valía darse prisa.


MASCARADAS

Hace mucho


        10/07/2003
        Sargento de policía Fujiwaka, Satoru
        07789-E

        Informe de los sucesos acaecidos el 07/10/2003

            El pasado día Siete de Julio de 2003, el Teniente Joshua Rafferty y yo mismo, Sgt de policía Satoru Fujiwaka, fuimos advertidos de un incidente que los testigos nos describieron como “inenarrable” en el Hospital General del distrito 33 de la ciudad de Tokyo. En respuesta a la llamada de emergencia, el Teniente y yo acudimos en ayuda de los afectados. Al llegar al Hospital fuimos recibidos por un militar de uniforme que se negó a identificarse y que nos exigió que nos fuésemos, cosa que no tuvimos más remedio que aceptar a regañadientes. El operativo militar desplegado alrededor del hospital contaba con varias decenas de soldados y dos carros de combate.

            Los sucesos, según nos contaron los médicos que pudieron sortear el cordón militar, estuvieron relacionados con el paciente Hatoru Hayami, al parecer con algún tipo de relación desconocida con el Ejército japonés. Asimismo, se le tiene por principal sospechoso de los cuantiosos daños que sufrió el piso tercero del hospital.

            El sujeto, según nos contaron los responsables del lugar (ver anexo 5) fue ingresado hacía seis meses y cuatro días con síntomas claros de una sobredosis de narcóticos. Estos síntomas fueron debidamente tratados (ver anexo 6) pero no remitieron en el plazo normal. Así, el paciente sufría de numerosos ataques de pánico, ira desmedida contra su entorno y desbocadas muestras de fuerza física. Finalmente, y tras numerosos análisis, se llegó a la conclusión de que su sangre contenía un exceso de la hormona adrenalina, no suficiente como para matarlo pero sí para alterarlo grave y permanentemente. La causa de esta sobreproducción hormonal es completamente desconocida, teniendo como teoría más aceptada el que, por alguna razón, sus glándulas producían adrenalina en exceso por algún tipo de malformación genética no manifestada hasta el momento. Finalmente, se decidió sedar al paciente de manera indefinida.

            El día siete de julio, Hatoru Hayami saltó por la ventana lateral del piso tercero del Hospital General. Al parecer, una enfermera en prácticas llamada Shirina Phots fue la responsable de parar el tratamiento del paciente. No se ha encontrado absolutamente ninguna información de Hatoru Hayami ni de Shirina Phots. Ésta última no aparece registrada en los archivos del hospital ni en los de la Facultad de Medicina de Tokyo, por lo que es trata, a todas luces, de un acto de sabotaje y engaño. Se desconoce el interés de los implicados en el paciente. Tampoco se manejan posibles responsables de los sucesos, pero contamos con la declaración de una de las enfermeras encargadas del paciente (ver anexo 7). Esta enfermera afirmó que hacía varias semanas que la hermana de Hatoru Hayami, una tal Nilo (sin apellidos conocidos) no lo visitaba, hecho destacable si tenemos en cuenta que, según nos contaron, solía pasar a ver a su hermano diariamente.

            No se han encontrado ningún cadáver en la zona ni se ha obtenido declaración alguna de los militares presentes.

            A 10/07/2003

            Sgt. Satoru Fujiwaka


           
Malone echó un último vistazo a su pickup, aparcada entre los escombros, antes de adentrarse en el cordón militar iluminado por un par de focos blancos que concedían el brillo a apenas un par de estrellas en la noche tokiota. Había sido un viaje largo, larguísimo, de punta a punta de Japón en una auténtica misión de emergencia. Había pecado, traicionado y realizado actos de dudosa catadura moral, entre ellos disparar a su mejor amiga en el costado. Pero merecía la pena, pensaba para sí, puesto que era la Misión lo que estaba en juego. Nilo sabría perdonarle cuando llegara el momento.

            Todo este forzado optimismo se vino abajo cuando contempló el enorme boquete del piso tercero en el acristalado Hospital General de Tokyo. Allí, el hermano de Nilo, Hayami, solía languidecer asfixiado entre sedantes por razones que apenas su hermana, Malone y los altos mandos del Ejército sabían y ocultaban. El muchacho era demasiado poderoso como para caer en manos inadecuadas. Y ahora estaba en paradero desconocido.

            Hayami había escapado.

Nilo estaba en manos de unos tratantes de blancas.

            Todo se estaba viniendo abajo muy deprisa.



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