domingo, 15 de julio de 2012

Black Hopes III




   − Bien, ¿ha quedado todo claro?
   − Digamos que has hecho lo que has podido, Jack.
   − Vale, muchachos, repaso general: Malone, tú te harás pasar por uno de los sublevados hasta la llegada de Destripador en el helicóptero oficial, del que se descolgará para causar el caos entre las tropas desplegadas a lo largo de toda la Connecticut Avenue. A partir de ese momento, tus esfuerzos pasarán a centrarse en alcanzar el punto A para dirigirte a tus camaradas rebeldes a través de los amplificadores que nuestra mecánica, The Eagle…
   − Eh, corbatitas, The Eagle no more. Ahora soy Phoenix.
   − Nos da igual, a todos. Cierra la puta boca y escucha.

La muchacha calló ante la borde respuesta del siempre borde Destripador. No estaba acostumbrada a la convivencia en un grupo de operaciones, ni tampoco tenía el más mínimo interés por desarrollarla, y en momentos como este le daban ganas de volar el edificio entero y volver tranquilamente a su vida de freelance. Pero había unas Veinte Millones de razones, en efectivo y procedentes del fondo de aportación de la ONU, que la movían a tragar, perseverar y terminar el trabajo de una vez por todas.

   − Emm… gracias, supongo, Destripador. En fin. Como iba diciendo… ya no sé ni qué iba diciendo…
   −  Resumiendo: el boy-scout nos aburre a todos desde su balcón mientras yo me divierto abajo, la de los rizos hace pum en todo lo alto del bastión de Occidente y tú te tomas un café con tus colegas de Bruselas. Fácil, rápido y para toda la familia.
   − Pum que sólo podrá producirse si nuestro hombre en Washington cumple su misión con éxito.
   − Efectivamente, Malone. Estamos construyendo castillos en el aire. Ahora mismo, el éxito de nuestra operación depende exclusivamente del resultado del operativo…ehem… “Mairena´s Chocho”.
   − Por Dios, ¿quién le puso ese nombre?
   − Ah, venga, luego soy yo el militroncho antisonrisas. ¿El lobito hubiera preferido algo más gore?
   − Ándate con cuidado, madelmán, o verás tu cabeza ensartada en una pica antes de que puedas correr con tu mamá.
   − Seguro que sí, chico malo.
   − ¿Os queréis calmar, much…ey, ¿qué es ese ruido?
   − Viene de arriba… de muy arriba.
   − Enseguida te informamos, Jack. Vamos a ver qué pasa.

Los presuntamente compañeros avanzaron a lo largo del piso 36 de su cuartel general, nada más y nada menos que la sede central de la ONU en Nueva York, hasta alcanzar las suntuosas escaleras de mármol: Malone amartilló sus pistolas y lideró al grupo en su discreto ascenso: unos pasos detrás suyo, Destripador observaba la seductora retaguardia del soldado con acuciante instinto asesino,  mientras una cautelosa The Eagle escrutaba las posibles vías de escape por si todo se volvía en su contra. Un extraño aroma, como a pachuli de alta gama, bañaba todo el edificio y parecía hacerse más fuerte con la altura. Tres interminables pisos más arriba, el pintoresco trío alcanzó la azotea de su base de operaciones. El último éxito de David Guetta los recibió al abrir la puerta roñosa.

   − ¿Limonada rosa, caballeros?
   − Pero… qué…

El espectáculo era para verlo. Cientos, miles de veddetes bailaban arriesgando sus vidas a lo largo de toda la superficie rectangular, al ritmo de la música que pinchaba un DJ más caro que el edificio entero. El gris, frío y cementado suelo ya no era tal: kilómetros y kilómetros de gruesa moqueta roja como los labios de las bailarinas suavizaban los pasos de todos los presentes. Una enorme piscina se había dispuesto treinta y nueve pisos más abajo para todo aquel invitado caluroso y potencialmente suicida, y allí, al nivel del suelo, toda la ciudad había sido empapelada con toneladas de confeti multicolor que bañaban asfalto y taxis por igual. En cada esquina en un radio de dos kilómetros cuadrados, elegantes hombres de traje blanco ofrecían champán, caviar y por supuesto limonada rosa a todo aquel afortunado que se cruzase con ellos. Para culminar el fiestón, varios soldados de la Guardia Nacional se descolgaron en rappel desde la cumbre del edificio de la ONU desplegando una enorme pancarta dominada por la imagen de un muchacho rubito y de piel blanquísima que rezaba en su parte alta “Keke is the key” y más abajo “Keke for president of the United States”.

Allí, subido a un escenario decorado con muy mal gusto estaba Keke, el anfitrión, morreándose con todo aquel y aquella dignos de su atención, mientras bebía champán de la inmensa fuente dorada cuyos chorros salpicaban a los miles de invitados que bailaban sobre el edificio de la Naciones Unidas.

   − Madre del… amor… hermoso…
   − ¿Cuánto se habrá pulido en todo esto?
   − Pregúntaselo al fondo de aportación de la ONU. A Jack le va a petar la patata.
   − Hasta ha hecho monedas con su cara…

Por un momento, la reluciente moneda refulgió entre las manos de The Eagle, que se percató de las letras en relieve que rezaban “In Keke we trust”. Sí, más les valía. De la campaña electoral del rubito dependía el éxito de la operación y con ella el destino del mundo libre.



MANTA Y CARRETERA

Hace mucho



Los anodinos kilómetros de las carreteras japonesas se fueron sucediendo uno tras de otro.

        Con el Monte Fuji a su derecha y un apagado atardecer a su izquierda, la embarrada pickup de Malone avanzaba por la carretera infinita entre infinitos arrozales que se mecían al viento de la tarde. El soldado no pudo evitar soltar por un momento el volante, encenderse un cigarrillo y reclinar el asiento. Necesitaba relajarse, pero no se podía permitir parar: ya había perdido mucho tiempo.

        Un metro más atrás, Nilo se revolvía de pura inconsciencia entre la capa de mantas que su mejor amigo le había proporcionado. Malone cerró la ventanilla trasera, abrió la lateral y encendió la radio. El humo nicotinado de sus pensamientos se le escapaba entre los labios al ritmo de una vieja canción de country, de esas que tanto le gustaban y que tanto echaba de menos en Japón.



You live life so cavalier, but time's not on your side.

How much longer will it take until you realize? 


        ¿Cómo habían cambiado tanto las cosas? Parecía como si el reloj de la vida hubiera pisado el turbo algo  desde la última vez que vio a Nilo. Eran los tiempos en los que él todavía tenía fe en el bando de los buenos y ella solía hacer lo posible por acompañarlo en sus luchas. Juntos, vivieron terrores inimaginables para cualquier humano medio: sintieron la pólvora en los ojos, la arena en los labios, el plomo en el alma, y sin embargo la mera presencia del otro era razón suficiente para seguir adelante. Incluso en guerras más ambiguas, incluso cuando Malone fue expulsado del Ejército, incluso cuando Hayami fue condenado a muerte, ambos sabían que podían contar con el apoyo del otro incondicionalmente, en cualquier momento, pasara lo que pasara.

My friends think I'm crazy,

they say I'm wastin' my time


        Nilo despertó con el fresco aire de la noche japonesa. Apenas podía respirar. Lentamente sus párpados se fueron abriendo al ritmo de una canción country que le traía buenos recuerdos, muy buenos recuerdos… ¿dónde estaba?


They don't see the magic 

that you hold in your eyes.


         Dios, ¿cómo coño había podido llegar hasta este punto? ¿Acaso la misión merecía semejantes métodos? Desgraciadamente, esa era una pregunta para la que Malone tenía respuesta, una sencilla y desastrosamente clara respuesta. Sí. La misión que se le había encomendado era vital para conservar la seguridad de ese país en el que todavía creía, aunque algo en su interior se resistiese a admitirlo. Había que cambiar todo, incluso lo más sagrado, para que todo siguiese igual.


I might be a dreamer, 

but my heart you can't deny


 Nilo sacudió violentamente la cabeza.

     − ¿Qué coño…? ¿La pickup de Malone…?

Al instante comprendió. Se la habían jugado. Se había confiado. Procuro ponerse en pie, con cuidado, pero sus piernas le fallaron estrepitosamente: perdió el equilibrio y se precipitó hacia el asfalto. Crack. El golpe hizo reaccionar a Malone, que despertó sobresaltado de sus propios pensamientos.

− ¡Nilo! ¡Quieta ahí!

La chica trató de lanzarse a la carrera, pero sólo consiguió tropezarse una y otra vez hacia un traicionero asfalto. Como de costumbre, sus esfuerzos no cedieron a la derrota.


'Cos when you need someone to hold you


Malone se lanzó sobre ella, y recibió en respuesta una certera cuchillada entre costilla y costilla: ni el soldado ni la mercenaria fueron capaces de hilar dos pasos seguidos sin morder el asfalto de la carretera, ella huyendo hacia ninguna parte y él persiguiéndola con su uniforme rebosante de sangre propia. Finalmente y según perdía distancia, el soldado levantó la mano de la hemorragia y desenfundó su pistola.

− ¡Nilo! ¡Quieta o disparo!

Ella no podía creer lo que estaba oyendo.


When your world comes tumblin' down


− ¡Te lo estoy advirtiendo, Nilo! ¡Quieta, o te juro por lo más sagrado que disparo!

Su carrera se hizo aún más desesperada.


I'll be there if you ever need me,


− Mierda, Nilo. Maldita seas por obligarme a hacer esto.


True love won't let you down



EPÍLOGO


       − В моей стране с более водка водка снижены

       − Потому что она имеет poтs*

       −…

       − Te damos quinientos dólares por ella, americano. Sé agradecido. Nadie pagaría más de doscientos por una puta herida.

      − Trato hecho, amigos.



*¡Tiene grasia porque pone pots!


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Black Hopes by Javier Noriega is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en thejanoblog.blogspot.com.es.

"True Love" is a 1998 song from the "Highways & Honky Tonks", edited by Rounder Records. Al rights belong to their respective owners.

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