miércoles, 31 de octubre de 2012

Black Hopes: End (I)




Los sucesos descritos a continuación ocurren inmediatamente después de Black Hopes VI y tienen lugar en estricto orden cronológico.


Jack, 23:04

Jack se levantó del brillante suelo del baño en el que una hora antes se había desplomado después de una desencadenada sucesión de vomitonas. La boca le sabía a mierda criada en barrica de roble, de sus ojos colgaban unas brutales legañas y su nariz era un manantial rebosante de vómito y mucosidades. Por todo ello, el diplomático conocido como Jack a esta orilla del Atlántico, con pulso firme y los ojos muy abiertos, procedió a lavarse las manos, la cara, los dientes y la boca: se enjuagó varias veces antes de introducir en ella uno de sus carísimos caramelos de menta, chupándolo cuidadosamente y nunca mordiéndolo. Se cerró la camisa con aire altivo, botón a botón, y se ajustó la corbata justo tal y como indicaba su grueso manual del protocolo. Por último, rebuscó en sus bolsillos y sacó su exclusivo smartphone, a través del cual adquirió un billete para el primer vuelo que saliese de Bruselas a Nueva York.

            Y es que era hora de tomar las riendas. Esa noche había fallado a uno de sus hombres, pero no estaba dispuesto a dejarse llevar por el terror, ni un segundo más. El día de autos estaba cada vez más cerca, y en Nueva York podría organizar y coordinar a los Black Hopes. O al menos…

− …burp… - dijeron las entrañas de Jack, a la vez que él amansaba a la arcada con una mano en su tripa-

            Al menos a los Black Hopes que le quedaban.

           
            …y a continuación, BBC Classical Radio les ofrecerá una magnífica pieza en do menor del maestro…

            Jack procuró seguir dormido al son de la música de primera que seleccionaban en su estación de primera que recibía en su Ipad de primera recostado en su asiento de primera. Estaba siendo una noche eterna, tan interminable como ese horizonte trufado de nubes frente al que Jack, con la frente apoyada en su ventanilla, meditaba con la mirada perdida entre las estrellas.

            Las estrellas… parecían tan lejanas, tan remotas, tan hermosas… En una noche sin luna como esa parecía que sólo alzando la mano uno pudiese robar unos cuantos ópalos de aquel inmenso guardajoyas. El cielo, tan oscuro, tan vacío y tan rebosante al mismo tiempo, repleto de sueños y vidas que descubrir y a la vez tan vacío de realidad… sin duda, parecía un buen lugar al que acudir después de muerto. Subir, subir, subir hasta que la nada te llena y el vacío te inunda…

            Que se lo digan a Malone, ¿eh?

            Ese pensamiento fugaz fue suficiente para desatar una salamandra cargada de dinamita que lo atravesó de abajo arriba; como el diablo vestido de Armani, Jack se levantó de su asiento de cuero color tabaco y se lanzó hacia el purgatorio más cercano: allí sacó de sí lo poco que le quedaba en una desatada sucesión de vómito y culpa que bañó hasta la última esquina del diminuto servicio de caballeros. Un último pensamiento cruzó su mente hasta que su misma debilidad lo empujase contra el suelo de azulejos turquesa: todo esto había sido culpa suya. Un par de horas más de investigación, un día más para preparar el operativo, una vida de autocontrol y quizás podría haberse puesto al mando de una manera más digna. Pero ahora Malone estaba muerto. Y él jamás podría volver a vivir en paz.

Sujeto no identificado, 02:55

Leonor: Oye, ¿dónde andas?
-mensaje recibido a las 02:56-
Leonor: Mira, me estoy comiendo la cabeza… ¿te has quedado hasta tarde en el curro? Podías haberme avisado :(
Leonor: Ya sé que no te gusta que te agobie, pero estaría bien que al menos tuvieses estos detalles conmigo. Se supone que me quieres, ¿no?
Yo: te kiero cariño. llegaré tarde. no te preocupes por mí, ok? duerme bien
Leonor: Sin ti no puedo. Ya lo sabes.
Yo: yo tengo kurro. deja el móvil y vete a dormir. como voy a terminar si no dejas de darme el coñazo?
Leonor: …
Leonor: Hay una cosa que quiero hablar contigo desde hace tiempo… es como si el Ejército te hubiese convertido en un desconocido.
Leonor: Te echo de menos, Murrow. Al menos al Murrow que yo conocía.

-Murrow se ha desconectado-

Yo: oye, cuando nos bajamos?
Kurt: mantén la calma y espera.

-mensaje recibido a las 03:10-

Yo: avísame cuando llegue el momento, ok?
Kurt: tranquilo. Mantén la calma y espera.

-mensaje recibido a las 03:29-

Yo: el guardia me esta mirando. el guardia me esta mirando, joder. tengo que bajarme ya.
Kurt: no hasta que alcancemos el centro.

-mensaje recibido a las 03:46-
Kurt: el momento ha llegado.
Yo: en k parada nos bajamos?
Kurt: no nos bajamos.
Yo: k?
Kurt: Larga vida a América, hermano.

            El hombre del pelo rapado y la cara llena de cicatrices miró por un instante a su alrededor: mujeres y hombres de todo tipo y pelaje se encontraban a lo largo del larguísimo tren de metro. Y él, ex-Marine de los Estados Unidos, orgulloso servidor del país y de sus valores más puros, estaba ahí. Con ellos. Miró por un último instante a su bolsa de deporte antes de volver la cabeza, fuera de sí, y pronunciar sus últimas palabras.

− Joder… ¡Hostia puta!

Phoenix, 03:57

…se nos va…

…vendadla y déjenla a nuestro cargo…

…hay que sacar esa bala, se está muriendo…

…orden del presidente, nos la llevamos…

…mierda…se desangrará por el camino…



Jack, 04:08

− Señor, ¿necesita una bolsita?

            Jacques, Jack, nuestro Jack, despertó de su desmayo incrédulo ante lo que estaba oyendo. A su alrededor, todo era vómito y repugnancia, y él, la decadencia vestida de traje, hacía perfecto juego con su entorno. Echó un vistazo, tranquilamente, tomándose todo el tiempo del mundo, antes de dirigirse a la azafata con una mezcla entre sarcasmo y condescendencia:

− ¿Qué le hace pensar que necesito una bolsita?
− Pues... tiene algo de vómito en la barbilla.
− ¿De verdad? ¿De verdad tengo algo de vómito en la barbilla?
− Sí, y no creo que quiera presentarse así en Washington.

            Jack estaba a punto de quemar el último centímetro de mecha que se situaba entre él y la azafata volando hacia el Océano Atlántico, cuando la poca lucidez que le quedaba en ese momento le llevó a preguntar:

− ¿Washington? ¿Cómo que Washington? No sé quién es usted, pero yo cogí un vuelo hacia Nueva York.
− Ha habido ciertos… incidentes en NY. Nos han ordenado aterrizar en Washington.
− ¿Cómo que incidentes?
− Mírelo usted mismo, señor.

            La azafata lo cogió de la mano y lo llevó hacia primera clase, donde decenas de personas sin aspecto de primera clase se arremolinaban en torno a uno de los enormes televisores del espacio. Las imágenes llegaron a los ojos de Jack al ritmo que goteaba su incredulidad, su tremenda incredulidad al ver desfilar, delante de sus ojos, la ciudad en la que pasó los mejores años de su vida siendo literalmente tragada por la tierra. Y allí, sin poder hacer nada, de nuevo sin poder hacer nada, Jack deseó por un momento poder arrojar a la azafata por la ventanilla más próxima sólo para sentirse mejor.

− Todavía nos quedaba un día… ¡todavía nos quedaba un día! ¡Joder, joder!

Phoenix, 04:36

− ¿Quién planeó todo esto?
− Vamos, despierta.
− ¡Despierta, joder!
− Mierda, no tenemos tiempo para esto.
− ¡Despierta!
− ¿Está muerta?
− Se lo está haciendo.
− Así no vamos a ninguna parte.
− Trae un cubo con agua. Vamos a terminar con el teatro.
− ¿Qué? Macho, que ya no estamos en Irak. Cálmate y hagámoslo bien, ¿vale? Tú, ¡eh! sabemos que estás viva. No lo pongas más difícil.
− Esta puta terrorista no se va a rendir así de fácil, Gordon.
− Y entonces, ¿qué? ¿Te traigo la bañera para que la asfixies, sin pruebas y sin juicio?
− ¡Mierda, hostia puta! ¿En qué mundo vives? ¡La puta Nueva York ha sido atacada, arrasada por estos hijos de puta islamistas! ¡Despierta! ¡Ya no estamos en una democracia! ¡Estamos en guerra, joder!
− Vamos, hombre, sabes mejor que nadie que eso no te da carta blanca. Cálmate, ¿vale?
− Uff…
− ¿Un café?
− No tengo tiempo para esto.
− ¿Qué dices?

            Bastó un rápido desenfunde y un clic en el gatillo para que los sesos de aquel hombre vestido de traje volasen por los aires como una enorme mariposa sangrienta salpicando los rizos de Phoenix, que contuvo la respiración aún consciente de que su engaño no duraría mucho más.

− Buff… -resopló el exsoldado con la cabeza apoyada en la pared- Y tú… me lo vas a contar todo, ¿a que sí?

            Phoenix no pudo sino asentir, conteniendo las lágrimas hasta hacerse sangre.


Jack, 05:43

            El aeropuerto Ronald Reagan de Washington DC solía ser un lugar agitado, pero durante el amanecer del domingo 4 de noviembre de 2012 llamarle algo así era poco menos que  una ofensa personal. Allí habían sido destinados todos los vuelos que iban hacia la costa Este: en su enorme interior, gente y gente y más gente desayunaba en las cafeterías, hacía cola en los baños, trataba de dormir miserablemente recostados en alguno de los bancos de madera. Jack no recordaba haber visto jamás tal acumulación de personas en un espacio tan gigantesco, llenándolo a rebosar hasta el último centímetro de todas sus esquinas. Aquello se le parecía a un campo de concentración último modelo.

            Jacques, nuestro Jack, se lo pensó dos veces antes de poner un pie sobre su enmoquetada escalerilla. La lógica más aplastante le llevó a pensar que estaría mucho más cómodo dentro del avión que fuera, pero los hombres de traje que dirigían a la muchedumbre no parecían estar por la labor. Así que Jack bajó, con su sombrero de Michael Jackson, sus gafas de sol años 70 y su gabardina en ristre, los veintipico escalones que le separaban a él del resto de los mortales.

            Estaba cansado, pero no pensaba ni por un momento rendirse. Había asuntos que resolver, conspiraciones que frustrar: él y los Black Hopes iban a evitar el asesinato de Obama, pasase lo que pasase. Este 4 de noviembre sólo había sido un adelanto, aunque por el momento nadie pareciera darse cuenta.

            Jack se quitó las gafas de sol y procedió a ponerse a la cola para tomar un triste café de máquina. Veinte largos minutos que se le hicieron eternos entre una muchedumbre confusa y hundida que suponía una buena metáfora de lo que el odio estaba haciendo al país aquella noche. A través de la enorme cristalera del techo, Jack observó como decenas de aviones volaban en círculos, apenas distinguibles por las luces rojas que remataban su alas, ansiosos por aterrizar en cualquier parte de la pista y tan desesperados como los pasajeros que acarreaban consigo.

            Iluminados por los focos, hombres y mujeres y algunos niños atravesaban la pista de aterrizaje escoltados por hombres de traje. Ganado potencialmente terrorista obligado a permanecer entre las vallas del aeropuerto. Citas, entrevistas de trabajo, reuniones, vidas interrumpidas porque a unos cuantos patriotas se les ocurrió que cuatro bombas en el metro llevarían al país por el buen camino. Hipócritas, imbéciles, desgraciados.

            En estos sombríos pensamientos andaba sumido Jack antes de pulsar el botón amarillo y dos veces el verde para obtener su ansiado café solo con una de azúcar. No pensaba centrar sus esfuerzos en otra cosa que no fuese el demostrar al mundo quién había sido el responsable de los actos del 4 de noviembre y cuáles eran sus verdaderas intenciones; por todo ello, encaminó sus pasos hacia el televisor absurdamente grande, patrocinado por una aerolínea, que concentraba la atención de todos los pasajeros encerrados en el edificio.

…dicen que se trata de una venganza, pues bien, islamistas del demonio, nosotros diremos la última palabra, vais a arder en el infierno hijos de…

…dios mío… ¿quién puede ser capaz de algo así? ¿Por qué? ¿Por qué? –balbuceaba una mujer negra, entre llantos, mientras Jack removía el café con la cucharilla de plástico- ¿Por qué no nos traen más que desgracias, maldita sea?

            − Lo están consiguiendo -maldijo para sí mismo- Estos hijos de la gran puta lo están consiguiendo…

…el único sospechoso que se baraja es una mujer no identificada de la que no se ha proporcionado más datos…

            Jack elevó la mirada desde su café hacia la pantalla. Las imágenes de una mujer con la cabeza volcada sobre el volante de un enorme todoterreno fueron llegando a su embotado cerebro, y no tardó más de un segundo en reconocer la pintura hortera de ese inconfundible coche.

− No… no puede ser…

            …al parecer, la mujer llevaba consigo varios kilogramos de explosivos, mapas y toda clase de artilugios, con lo que ha sido señalada con toda probabilidad como autora o cómplice de…

− ¿Phoenix?

            …también se cree que esta mujer está relacionada de alguna manera con Jacques Riviera, un veterano diplomático de las Naciones Unidas caracterizado por su ferviente pasión por el Islam y…

            Apenas terminó de procesar la información, Jack se deshizo de su café, alzó los cuellos de su gabardina y abandonó bruscamente su posición frente al televisor.

            Mierda, mierda… ¿ferviente pasión por el Islam? ¿Quién coño les dijo eso? Jack se sintió incómodo por momentos a medida que atravesaba con su descarado camuflaje el recinto principal del aeropuerto Ronald Reagan. Tuvo, por un milisegundo, el impulso de salir de allí usando su condición de diplomático, pero le bastó oír su nombre mentado de nuevo por el televisor para caer en la estupidez de su plan.

            Las cabezas se giraban y las bocas murmuraban: el televisor seguía voceando sospechas mientras Jacques, nuestro Jack, atravesaba la muchedumbre en dirección a ninguna parte. Su cara cada vez estaba más pálida y su estómago más descompuesto, pero se obligó a sí mismo a controlarse y, con un rápido movimiento, sacó su teléfono del bolsillo. Pensó por un segundo en llamar a Phoenix antes de marcar el teléfono del único miembro de los Black Hopes del que sabía a ciencia cierta que seguía en activo.

− Cógelo, por lo que más quieras…

...beep...beep...

Keke, 06:13

            La irritante melodía del teléfono de la mansión Keke sonó varias veces hasta que el señor de la casa, sobado en su enorme cama de gelatina, levantó la cabeza de su almohada de mujeres.

− ...por favor… deje su mensaje... -escupió con voz estropajosa antes de caer de nuevo rendido-

Jack, 06:13

...el teléfono marcado no se encuentra disponible...

− Mierda, ¡Keke, joder!

            Sus pensamientos se aceleraron al ritmo de sus pasos; zancadas cada vez más largas se sucedían mientras el diplomático trataba de dar con una última esperanza. Porque la tenía, aunque la hubiese dado por muerta. Era el momento de llamar a Malone, ese hombre al que no había tenido valor de llamar, ni siquiera para confirmar su muerte. Jack procedió a marcar de memoria un número de teléfono confundiéndose varias veces por el camino. No había pulsado el icono del teléfono verde cuando una voz gritó varios metros detrás suyo:

− ¡Usted! ¡No se mueva! ¡Alto, he dicho!

            Jack, echando por tierra esa calma tan particular de los hombres de ley, se lanzó a la carrera hacia ninguna parte a través del enorme recinto rebosante de gente, gente que apartaba a empujones y codazos como si fuese época de rebajas. Tras de sí, un grupo creciente de agentes del FBI, policía de uniforme y soldados de la Guardia Nacional se le acercaba más y más, y a cada segundo que pasaba quedaban más cerca de sus talones.

… beep...beep...

− Vamos, Malone, viejo amigo...

            Uno de los soldados a los que acababa de adelantar se lanzó sobre él como un tigre sobre su gacela; Jack pudo sentir el duro aterrizaje a través de su melenita, y haciendo acopio de fuerzas se deshizo de su carga para ganar el tiempo que necesitaba.

...el teléfono marcado no se encuentra disponible en estos momentos... deje su mensaje...

− ¡Mierda! ¡Malone, si sigues vivo, van a por vosotros! –voceó al contestador- ¡Sois los sospechosos!

            Echó la vista atrás por un momento: más de veinte hombres, todos ellos armados y de tamaño armario, corrían como demonios de uniforme detrás de Jack. Decidió ignorar la realidad por un par más de segundos y marcar de nuevo el teléfono de Keke.

− ¡Van por vosotros, Keke! –buffff- ¡Hoy… hoy es el día, tenéis que reuni...!

            El mismo hombre que trató de cazarlo instantes antes agarró el teléfono que llevaba pegado a la oreja y trató de hacer lo mismo con su brazo, a lo Jack respondió con un sprint final, antes de darse la vuelta y mirar a la cara a sus perseguidores, que lo apuntaban con decenas de rifles de asalto y pistolas.

− ¡De acuerdo! -voceó, con las mano en alto- ¡de acuerdo! Me rindo, ¿vale?

            
Licencia de Creative Commons
Black Hopes by Javier Noriega is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en thejanoblog.blogspot.com.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario